PIDO LA PALABRA

  UN VESTUARIO PARA TODOS:   ¿USTED QUÉ OPINA?

Francisco Javier Sáinz "El Secre"

No han sido pocas las ocasiones, hablando de pelota, en las que he escuchado alardear de las grandes virtudes que reúne nuestro deporte. Somos, en suma, el ejemplo en el que se han de fijar todas las disciplinas, para alcanzar el título imaginario de caballeros y hombres de bien.

He de decir, en principio, que el hecho de ser deportistas de cualquier modalidad, proporciona a las personas posibilidades ventajosas de alcanzar una forma de vida equilibrada, y en muchos casos ejemplarizante. En la referente a los deportes del frontón, considero que estamos en la misma línea o similar a todos los demás. Es decir, que pelota, futbol, baloncesto, tenis, atletismo, ciclismo, o cualquiera que ustedes puedan sugerir, proporcionan a sus practicantes un plus de indudable calidad humana. No quiere decir esto, que no haya otras mil vías, incluso mejores, para acceder a idéntico estatus o similar.

Los pelotaris, dependiendo del temperamento, de la educación recibida, de las costumbres familiares o del entorno en el que se desenvuelven normalmente, alcanzan distintos niveles de caballerosidad, honestidad, honradez y equilibrio, pero todos gozan de un privilegio común, formar el cuerpo bajo los parámetros de salud, esfuerzo, sacrificio.

Entiendo, no obstante, que detalles como mantener los mismos vestuarios para parejas o individualidades, que luchan no sólo con el objetivo de alcanzar el éxito, y consiguientemente provocar el fracaso puntual de sus contrincantes, no es aconsejable en ningún caso.

Mi conclusión, no es fruto de especulaciones, ni supuestos, sino de experiencia propia durante muchos partidos y muchos años de compartir vestuario antes y después de los partidos. No es compatible la alegría de ganar con la amargura de perder, no hacen gracia los mismos chistes a vencedores y vencidos, no son bien acogidos los chascarrillos por la que disfrutan del triunfo, como los que sufren el fracaso. En suma, no creo en frases grandilocuentes, ni en romanticismos baratos, solo pongo en la balanza lo bueno y lo malo de compartir el mismo espacio.

Hay dos fases claramente diferenciadas en cuanto al uso y disfrute del vestuario único. En la primera, preliminar a los partidos, es perfectamente compatible a los dos colores, azul y colorado. La preparación de las manos es complicada, ardua y requiere tiempo, paciencia y esmero. Da lugar a que los pelotaris expresen ideas, noticias, incluso chascarrillos y bromas esporádicas. Se produce en suma, un ambiente agradable y distendido, incluso relajante. En esta fase veo perfectamente compatible compartir el espacio único.

La segunda fase, es más complicada, ya no se trata de compañeros, colegas o amigos sino de vencedores y vencidos, de alegría y amargura. Loa chistes quedan fuera de lugar, simplemente porque el respeto entre los pelotaris siempre ha existido y permanecerá en vigor aunque lleguen a producirse situaciones extremas.

El argumento evidente para defender mi tesis, se muestra con toda la crudeza, en las finales manomanistas de primera, cuando entra el derrotado por la puerta del vestuario, solo casi siempre, cabizbajo, triste y con la tensión a flor de piel. Tarda un buen rato en aparecer el campeón, rodeado de familiares amigos y simpatizantes. La algarabía es desbordante, los medios acechan al triunfador,  y sin pretenderlo, menosprecian al que en un extremo del banco se quita los tacos con parsimonia, viéndose obligado a sonreír con una mueca que traiciona sus sentimientos más íntimos.

Hablo de realidades, de experiencias vividas en primera línea, de verme atrapado sin pretenderlo por sensaciones contrarias y reafirmándome en la idea de que cada equipo, cada pareja, cada manomanista requiere un espacio único y separado de los que por un día son sus enemigos íntimos.

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